"Un hombre feliz no puede ser escritor porque no tiene tiempo".
Paul Theroux

martes, 29 de junio de 2010

Desde Mi Balcón/Mi Ciudad

Anoche me paré en mi balcón
a admirar mi hermosa ciudad,
a admirar aquellos edificios enormes,
a admirar las calles
- a veces vacías y silenciosas
a veces repletas y resonantes -
sus semáforos,
sus faroles amarillos y relucientes,
a admirar las antenas gigantes
con luces parpadeantes,
a admirar el cableado masivo,
a admirar el sonido de los autos,
distantes y fuertes,
a escuchar el choque de autos,
el roce de ruedas,
el grito de buses y camiones.
Escuchaba el ajetreo,
la aglomeración,
el apuro,
la nostalgia,
el tumulto,
la multitud.
Sentía el tráfico,
y el desespero.

Luego me pregunté
mirando más allá
de los simples edificios.
Y dónde están nuestros árboles vivos?
nuestros ríos descontrolados
nuestras olas salvajes
nuestras estrellas cósmicas
nuestra brisa delicada
nuestra lluvia descabellada.
Dónde esta nuestro cielo despejado?
Dónde nuestra luna perdida?
Entonces, mirando mi ciudad,
le dije mientras me miraba:
eres solo concreto,
ella se entristeció
y su mirada se volvió
cemento.

Homicida

La Guerra, el Amor y la Paz


No tenía un rostro de portada ni glamur de pasarela, pero su serenidad y gesto compasivo lograba realzar la modesta belleza que le había sido concedida. Terminaba de colgar sus guantes de jardinería en el cobertizo del patio, cuando su perro Prófugo le empujaba el talón con su nariz negra. Le devolvió el saludo con una caricia en la coronilla y camino junto al fiel amigo hasta la cocina de la casa. Con los pies descalzos, el césped bien cuidado de su jardín era delicioso.

Anabel Marian Pfeiffer saco de la alacena su plato amarillo, la taza azul, el tenedor de plata y la copa de coñac que por alguna rara costumbre usaba para tomar leche fría. Prófugo se recostó a los pies de la mesa, jadeando. Realmente era un día caluroso. Anabel termino de desayunar tu trozo de pastel de cumpleaños. Subió tarareando por las escaleras hasta su dormitorio. Vio, en la mesa de noche, las fotos de sus amigas de la secundaria, las fotos de sus primos, y las fotos de sus padres y su hermanita menor. Mientras se vestía para ir a la biblioteca y devolver las novelas que ya había terminado ese mes, se sintió repentinamente sumamente sola en medio de aquella casa grande, de amplios espacios y cómodas habitaciones. Siempre había preferido la calma de los suburbios en lugar del ajetreo de la ciudad, y a pesar de lo mucho que quería a su joven amigo Prófugo, la suya no era una edad para vivir sola y apartada del vibrante mundo. Probablemente fue en la escalera, camino a su automóvil, que a Anabel Marian Pfeiffer se le antojo muy monótona su soltería. Luego de una noche como la anterior, la de su cumpleaños llevado en soledad, comprendió que su timidez era un obstáculo terrible. Uno que iba a consumirla hasta el día de su muerte, uno que podría borrar de su placida mirada cualquier rastro de alegría. Se dio cuenta de golpe que aun, en esa ciudad, no había tenido un amorío nunca. Cuando se miro en el espejo del vestíbulo, hallándose completamente adorable con su falda de vuelos azul y su camisa de seda blanca, con su cabellera rubia platinada recogida en un elegante morro francés y sus sandalias de cuero negro, tan fresca y con las largas pestañas que desde niña la caracterizaban, decidió que su racha tendría que cambiar ese mismo día. Subió de nuevo a su habitación y decididamente se coloco perfume parisino, se maquillo y luego bajo al garaje. Con un empuje nuevo, tomo el volante y se dirigió al centro. Si ese día no conseguía al hombre de su vida, daría la misma por inútil.

Estaciono cerca de la entrada, una vez allí contemplo maravillada la altura de la biblioteca. Se pregunto cuántos libros podría llegar a leer en su vida, y reflexionando un poco no menos precio la cantidad que ya tenía en su haber. Reconociendo de igual forma que nunca leería ni la mitad de los libros que le gustaría leer, entro al elegante lobby de recepción. Devolvió los libros a la señora que la atendió en el lobby, y luego de escabullirse unos minutos a la sección de Biografías, se dirigió al tercer piso de la biblioteca para encontrar de nuevo su estantería favorita. Era el pasillo de literatura Rusa. Se sentó en el sofá otomano del centro del pasillo, tomo una antología de ensayos de Dostoievski, comenzó a leer Dos Suicidios sin no antes retocar su maquillaje y comprobar que su peinado estuviese en perfecto lugar. Eran las 10 am cuando un empleado de limpieza pasó por su lado sin fijarse en ella ni dos segundos. Aun sin desanimarse, Anabel Marian Pfeiffer continúo leyendo a los clásicos rusos mientras esperaba que su próximo amor de verano se adentrara entre los estantes soviéticos. Se imagino de todas las cosas de las que podrían hablar. Quizás el fuese ruso, o de padres rusos. Ella sabia un poco del idioma gracias a su abuela. Termino de leer el breve libro de ensayos y continúo sentada en la poltrona. Estiro la mano y encontró en ella a Anna Karenina, decidió releerse el capítulo final. Tolstoi se burla de la aristocracia y eso llena de júbilo a Anabel. A las cinco de la tarde, con algo de hambre y un poco confundía, se da cuenta que nadie llego a visitar la sección rusa, mucho menos ningún gentil caballero de letras que pudiese acompañarla en los maravillosos relatos de San Petersburgo o Moscú. Una asistente de biblioteca la acompaño desde su sofá hasta su automóvil, la pobre Anabel se sentía tan desilusionada como aburrida de una vida resumida en el silencio de su casa y la angustia del sonido de las paginas amarillentas de novelas que nadie a su alrededor leía y que ahora definitivamente ningún hombre compartiría con ella jamás. Al llegar, volvió a la cocina y sacando de la nevera el ultimo trozo de pastel de cumpleaños lo devoro sobre su bandeja, sentada viendo la luna naciente por sobre los tejados vecinos. Dejando reposar su tenedor de plata, el único de esa casa, sobre la bandeja, se contemplo en el brillo irregular de la misma, con rastros de merengue y migajas de ponqué. Sus ojos y largas pestañas podrían ser inmortales, pero su rostro cansado delataba algo más. Prófugo, su fiel sabueso de cinco años le recordó su última fiesta de cumpleaños en compañía de su hermana menor. Ella había muerto ese mismo año a causa de un cáncer de esófago, era de esperarse para su edad y estado de salud. Prófugo era un regalo de su hermana, quien la había ido a visitar una vez que se había mudado a los suburbios para leer y cuidar en paz de un cómodo jardín. Se levanto a limpiar la loza, recordó que nunca volvería a ser la misma muchacha y que el amor era una esperanza sin sentido.

Soplo de forma imaginaria las 76 velas que nunca cubrieron ese pastel de merengue blanco, hecho para comer sin compañía. Subiendo a su habitación, con la pesada piel colgándole desde los huesos, vio otra fotografía que había ignorado esa mañana. Un apuesto soldado de infantería Nazi sonreía junto a una rubia alemana con vestido esmeralda. Claro, en la fotografía lucia ocre, pero alguna vez había sido muy hermoso. Ese vestido lo había canjeado por libros, ya culminada la guerra, debido a que los últimos escaseaban y ella necesitaba dar clases para comer. Recordó casi con ternura que su único amante había muerto en algún lugar de Rusia, llevándose consigo su libro original de La Guerra y la Paz.

Suicida

sábado, 19 de junio de 2010

Y La Gente, Ya No Supo De Más

De pronto,
el cielo se abrio
para dar paso a
nubes rojas graciles
de entre el cielo gris.
Del cielo cayeron gruyas negra
avisando el final
como profecia.
El gorgoteo de la sal
calcinaba todos los techos y azoteas,
quemaba las pieles desnudas del mundo.

La gente caminaba sin caminar,
sin ver donde pisaba o a quien pisaba.
Dejaron también de ver con los ojos.
La gente, dejo de hacer sus quehaceres diarios.
Ya no hablaban de nada,
ni del futbol,
ni de la musica,
ni del clima.
Ni del trafico de la avenida 9,
ni de la vecina de los perros del ultimo piso,
ni del calor que hacia sudar al sudor,
ni del mal vestido,
ni del pobre.
Ni de la soledad,
ni de la muerte,
ni de la destruccion
o el caos.
Simplemente no hablaban.
Sus labios solo se movian.

Solo esperaban,
sentado o parados,
dormidos,
acostados,
en su lecho.
Esperaban la soledad,
la aproximacion de la muerte,
la destruccion del mundo
que se resquebrajaba lentamente.

Tu solo te sentaste atras
a ver como se destruia el mundo,
como solia la gente viendo television.

Todos los nombres fueron pisoteados
y tirados al abismo uno por uno.

Y al final,
cuando ya nada quedaba,
ellos se dieron cuenta que
nada había pasado,
que era su mente la que se había venido
destruyendo lentamente con el pasar del tiempo,
y que el mundo,
tal caos como se ve
había sido siempre del mismo modo.

Homicida

viernes, 18 de junio de 2010

A José Saramago


"Llevamos siglos preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores. No hay respuesta posible. O las hay infinitas: la literatura sirve para entrar en una librería y sentarse en casa, por ejemplo. O para ayudar a pensar. O para nada. ¿Por qué ese sentido utilitario de las cosasâ Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada. Un tenedor tiene una función. La literatura no tiene una función. Aunque pueda consolar a una persona. Aunque te pueda hacer reír. Para empeorar la literatura basta con que se deje de respetar el idioma. Por ahí se empieza y por ahí se acaba"


José Saramago, un portugues escritor, periodista, dramaturgo, editor, y hasta mecánico y cerrajero, y a ratos, poeta. Premio nobel de literatura, 1998.
Escribió novelas siniguales, totalmente original y dignas de ser recomendadas. En cierto momento leí Ensayo sobre la ceguera y desde entonces se volvió mi novela favorita.
Pero su estilo y su forma de escribir, era lo que lo hacía especial, era unico, y pues, lo seguira siendo por el resto de la historia al menos hasta que la literatura siga existiendo, ya que sera dificil de olvidar a un escritor de facciones estilisticas tan colosales.
Escribió otras novelas como La balsa de Piedra, Todos los nombres, El Viaje del elefante, y por supuesto, Ensayo sobre la ceguera, etc.
Tambien escribió algunas crónicas, obras de teatro, guías turisticas sobre portugal, algunos relatos, y poemarios, que algún día de mi vida espero poder encontrarlos, leerlos, releerlos y disfrutarlos.
Excelente hombre que como vino diciendo había nacido para cambiar el mundo, o al menos, lo que estuvo a su alcance. Su novela Ensayo sobre la lucidez que es una crítica a todo sistema político.
Y bueno, a fin de cuentos, no por nada fue quien fue.

Ahora, sin más preambulo, me entristece decir que hoy, 18 de junio de 2010, muere Jose Saramago, un escritor inolvidable.
Que sus restos no sean perturbados por los vivos como en vida fue.

Homicida