"Un hombre feliz no puede ser escritor porque no tiene tiempo".
Paul Theroux

lunes, 16 de agosto de 2010

Y Me Di Cuenta Que El Cielo Estrellado No Giraba


Ya el cielo ni siquiera giraba. El firmamento estaba totalmente negro, de extremo a extremo como si lo tuviera. Las estrellas se habían quedado inmóviles hacía un rato. Al principio solo mirar las estrellas en ese techo que relucía su oscuridad perpetua y perenne era como ver al planeta entero en su pleno movimiento; ahora ya a estas alturas de la noche, todo era inmóvil y muerto. Todo. Menos mi corazón. Mi palpitar hacía que las estrellas palpitaran al mismo tiempo, con la misma melodía e intensidad, y que no perdieran ese color vivo, ese color brillante, plateado. No las dejaba morir del todo. Pero mis ojos no se mantenían mirando las estrellas, se quedaban inertes, mirándote, mirando tus ojos brillando más que el cielo, tus labios cósmicos, mirando tu mirada, mirando tu amor… y amándote. En cambio tú, te quedabas ahí bocarriba, sobre el césped húmedo. Mirando extasiada el cielo sin lunas, contando estrellas tal vez. Mo me mirabas a mí y eso no me hacía falta. Con solo mirarte me era suficiente. Me hablabas de la astronomía y las estrellas, de la osa mayor y menos, de la constelación de Orión y de su estrella Bellatrix, del planeta Plutón y Saturno, del Sol, de la Luna, en fin, de los que te gustabas. Y mis ojos en ti se perdían como las estrellas en la noche. Como los tuyos se perdían en la oscuridad de la noche. Todo era oscuridad total, menos tú que eras para mí como las estrellas que tu admirabas, así de brillante. Tú eras lo que me hacía vivir. Al final de la noche, todo quedaba como en cenizas, cuando ya las estrellas se disipaban, o se esfumaban o se perdían en el cielo, viajaban a otro cielo, o lo que fuere, tal vez tú sabías la razón pero yo no tenía para más que para verte. Ahí fue cuando mirándote me di cuenta que el cielo no giraba y que las estrellas no se movían, sino que se quedaban quietas en el negro del cielo, como tus ojos mirando el cielo, como mis labios deseándote. Me di cuenta que tal cual las estrellas estaban infinitamente alejadas de tus manos, tu corazón estaba alejado de igual modo de las mías, me di cuenta que no me amabas, y que mi amor por ti era como el tuyo por las estrellas.
Homicida

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